-Están rotas e inservibles.
¿Podrías repararlas, por favor?: no tengo dinero, pero te puedo dar lo que quieras si las arreglas.
El zapatero, con mucha desconfianza, contestó:
-¿Me puedes dar tú el millón de dólares que necesito?
Dios respondió:
-Te puedo dar 100 millones de dólares. Pero a cambio me debes
dar tus piernas...
El zapatero dijo:
-¿Y de qué me sirven 100 millones si quedo sin piernas?
-Entonces... te doy 500 millones de dólares, pero debes darme tus
brazos.
El zapatero respondió:
-¿y qué haré con 500 millones si ni siquiera podré comer solo?
-Bien: Ten 1000 millones, y dame tus ojos.
El zapatero sólo dijo:
-Dime; ¿qué puedo hacer con tanto dinero, si jamás podré ver el mundo, ni a mis hijos, ni a mi esposa, para compartir con ellos?
Dios sonrió, y exclamó:
¡Hijo mío!,
¡¿cómo dices que eres pobre?!
¡ya te he ofrecido 1600 millones de dólares y no quisiste cambiarlos por las partes sanas de tu cuerpo!
¡Eres tan rico, y aún no te has dado cuenta!
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