viernes, 12 de diciembre de 2008

Capullo

Un hombre encontró un capullo y lo llevó a su casa, para poder ver salir de allí a la mariposa.
Un día vió un pequeño orificio, y
observó, por horas, al insecto, luchando por agrandarlo, para liberarse.
Vió el duro forcejeo para pasar
su cuerpo a través del ajustado hueco, hasta que llegó
un momento en que parecía haber desistido, pues, aparentemente, no progresaba.
Se había atascado.
Entonces, solidariamente, decidió ayudar,
y con una pequeña tijera, fue ampliando el agujero, hasta que por fin la mariposa pudo salir.
Sin embargo, tenía el cuerpo muy hinchado, y
alas pequeñas y dobladas.
Continuó observando, esperando que
las alas se desplegaran y crezcan, como para
soportar al cuerpo, en tanto éste se iría descongestionando.
Nada de esto ocurrió, y el animalito sólo podía arrastrarse en círculos, con su cuerpecito inflado, y sus alitas mustias... jamás llegó a volar.
En su impaciencia, este hombre no comprendió
que en la lucha requerida para salir por el diminuto agujero, la naturaleza estruja y envía fluídos del cuerpo hacia las alas, haciéndolas grandes y fuertes, permitiéndoles volar.
Al evitarle el esfuerzo, también arruinó su salud.
A veces, las luchas son todo que necesitamos.
Si Dios nos concediera progresar sin obstáculos,
nos convertiría en inválidos.
¡Qué verdad hay en esto!


¡Día a día, a través de nuestros esfuerzos y caídas, somos fortalecidos!

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