martes, 2 de diciembre de 2008

Paz Perfecta

Cierta vez, un rey ofreció un premio al artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta.
Muchos lo intentaron; él observó y admiró todas las representaciones, pero sólo hubo dos que realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Era un espejo perfecto donde se reflejaban plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.
La segunda también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Hacia abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. No reflejaba en absoluto lo pacífico.
Pero cuando observó con detenimiento, vió tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En él se encontraba un nido. Allí, en medio de la tormenta, estaba sentado plácidamente un pajarito en su morada… ¡paz perfecta!

El monarca eligió ésta.

Paz no significa estar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor.
Paz es que aún en medio las tribulaciones permanezcamos calmos en nuestro corazón.
Esta es la verdadera paz.


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