lunes, 1 de diciembre de 2008

Amor de Padre


Un hombre muy rico, que poseía una gran estancia,

mucho ganado, varios empleados, tenía un único hijo,
a quien, lo que más gustaba, era hacer fiestas, estar con amigos y
ser adulado por ellos.
El padre siempre le advertía que estos estarían a su lado sólo
mientras él tuviese algo para ofrecerles; después, lo abandonarían.

Un día, el propio padre, ya avanzado en edad, preparó una
horca en un pequeño establo; y, junto a ella, una placa que decía:
“JAMÁS DESPRECIES
LAS PALABRAS DE TU PADRE”
Más tarde, llamó a su hijo, lo llevó hasta allí, y le dijo:

- Hijo, ya estoy viejo, y, cuando me vaya, te encargarás de todo...
Y sé cual será el futuro.


-Acabarás dejando la estancia en manos de los empleados, y gastarás hasta el último
centavo
con tus amigos...
Venderás los bienes para sustentarte, y, cuando lo hayas despilfarrrado todo,
tus amigos se apartarán.

Sólo entonces te arrepentirás amargamente por haberme desoído.
Es por esto que construí la horca.
¡Es para tí!

Quiero tu promesa de que, si ocurre lo que dije, terminarás con tu vida en ella.
El joven rió, pensó que era absurdo, y prometió que así lo haría, en la certeza de que jamás sucedería.

Pasó el tiempo , el padre murió, y su hijo se encargó de todo;
y, como
había sido previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus
amigos y... hasta la propia dignidad.

Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vió que
había sido un tonto.
Recordó las palabras de su padre y comenzó a decir:

Ah, querido padre...
Si hubiese escuchado tus consejos...
Pero ahora es
demasiado tarde.

Apesadumbrado, el joven levantó la vista y vió el establo.
Con pasos
lentos,
se
dirigió hasta allí, y entrando, vió placa y horca llenas de polvo;
entonces pensó:


Nunca seguí las palabras de mi padre, no le brindé alegrías mientras estaba vivo, pero,
al menos esta vez, haré su voluntad.
Cumpliré mi promesa.
No
queda nada más...

Subió los escalones, ajustó la cuerda a su cuello, y pensó:

Ah!, si tuviese otra oportunidad...

Entonces, se soltó desde lo alto, y, por un instante,
sintió la cuerda apretar su garganta... Era el fin.
Sin embargo, el brazo de la horca era hueco, y se quebró fácilmente,
cayendo el joven al piso.

Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, zafiros y brillantes,
muchos brillantes...

¡Estaba llena de piedras preciosas!
Entre lo que cayó había
una nota.
Estaba escrito:
“Esta es tu nueva oportunidad. ¡Haz buen uso de ella!

Con amor, tu viejo padre.”

Dios es exactamente así con nosotros, cuando erramos y nos arrepentimos,
podemos regresar a El…
¡Siempre nos da una nueva oportunidad!

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