jueves, 4 de diciembre de 2008
Manos
Durante el siglo XV, en una aldea cercana a Nüremberg, vivía una familia con 18 hijos. Para sustentar tal prole, el padre trabajaba casi 18 horas diarias en las minas, y en cualquier cosa que se presentara.
A pesar de las condiciones en que vivían, dos de los hijos de Durer tenían un sueño. Ambos querían desarrollar su talento para el arte, pero sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a la Academia.
Después de muchas conversaciones, llegaron a un acuerdo. Lanzarían una moneda. El perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios al que ganara; al concluírlos, éste pagaría al que quedara en casa, con las ventas de sus obras, o como fuera necesario.
Lanzaron la moneda un domingo al salir de la Iglesia. Albrecht ganó y fue a estudiar a Nüremberg.
Albert comenzó entonces el demoledor trabajo en las minas, donde permaneció cuatro años, sufragando los estudios de su hermano, que desde el comienzo fue el asombro de la Academia.
Los grabados, tallados y óleos de Albrecht, llegaron a ser mucho mejores que los de varios de sus profesores, y, al momento de su graduación, ya ganaba importantes sumas con las ventas de sus obras.
Cuando el destacado artista regresó a su aldea, la familia se reunió en su honor. Al final de la velada, éste propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado por el...
Sus palabras fueron: "Ahora es tu turno. Irás a Nüremberg a perseguir tus sueños, y me haré cargo de ti".
Todos los ojos se volvieron a Albert, que tenía el rostro empapado en lágrimas, y movía de lado a lado su cabeza, mientras murmuraba una y otra vez: "No... no... no...".
Por fin, se puso de pie. Miró a cada uno de sus seres queridos, y se dirigió a su hermano, diciendo suavemente: "Es tarde. Mira lo que cuatro años en las minas han hecho en mí. Cada hueso de mis manos se ha roto al menos una vez, y la artritis en la derecha ha avanzado tanto que me costó levantar la copa... ¿cómo podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino, o manejar la pluma o el pincel?
Gracias, pero... ya es tarde".
Más de 450 años han pasado desde aquel momento.
Los grabados, óleos, acuarelas, tallas y demás obras de Albrecht Durer pueden ser vistos en los museos más importantes.
Pero, al igual que la mayoría de las personas, tal vez sólo recuerdes una de sus obras... Lo que es más, seguramente hasta tienes una copia en tu oficina o en casa.
En homenaje a Albert, Albrecht Durer ilustró sus maltratadas manos, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esta obra sencillamente "Manos", pero el mundo entero abrió el corazón y le cambió el nombre por el de "Manos que oran".
La próxima vez que la veas, préstale atención.
¡Ten siempre presente, que nadie, jamás, triunfa solo!
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