Abrió el cajón de la cómoda, y levantó un paquete envuelto en papel de seda:
Esto, me dijo, no es un simple paquete, es lencería fina.
Tiró el envoltorio, y observó la exquisita seda y el encaje.
Ella compró esto en nuestro primer viaje a Nueva York, hace 9 años.
Nunca lo usó. Lo estaba guardando para una ocasión especial.
... Creo que esta es la ocasión.
Se acercó a la cama, y colocó la prenda junto a todo lo que llevaría a la funeraria. Su esposa acababa de morir.
Volviéndose hacia mí, dijo: "Jamás guardes nada para una ocasión especial: cada día que vives es una ocasión especial".
Todavía pienso en esas palabras... y ya han cambiado mi vida.
Ahora leo más y limpio menos. Me siento en la terraza, y admiro la vista sin fijarme en las malas hierbas del jardín. Paso más tiempo con mi familia y amigos, y menos en el trabajo. Comprendí que la vida debe ser un patrón de experiencias por disfrutar, no solamente sobrevivir. Ya no postergo nada. Uso mis copas de cristal todos los días. Si me da la gana, uso mi abrigo nuevo para ir al supermercado. Ya no guardo mi mejor perfume para las fiestas especiales: lo uso cada vez que me provoca hacerlo. Las frases "algún día... " y "un día de estos", han desaparecido de mi vocabulario. Si vale la pena verlo, escucharlo o hacerlo, quiero verlo, escucharlo o hacerlo ahora. Dudo de lo que habría hecho la esposa de mi amigo, si hubiera sabido que no estaría aquí, para el mañana que todos tomamos tan a la ligera; creo que hubiera llamado a sus familiares cercanos y amigos. A lo mejor, hubiera hecho llamadas para disculparse y hacer las paces por posibles enojos del pasado.
Me gusta pensar que hubiera ido a comer comida china, su favorita.
Son las cosas dejadas sin hacer, las que me amargarían si supiera que mis horas están contadas. Amargado por haber dejado de ver a buenos amigos con quienes me iba a poner en contacto "algún día".
Enojado por no haber escrito ciertas cartas que pensaba escribir "un día de estos". Abatido e irritado, por no haber dicho a mis hermanos, padres, cónyuge e hijos, con suficiente frecuencia, cuánto los amo.
Ahora dejé de retardar, detener o guardar nada que agregara risa y alegría a nuestras vidas.
Autor: Desconocido