miércoles, 31 de diciembre de 2008

Ocasión Especial


Abrió el cajón de la cómoda, y levantó un paquete envuelto en papel de seda:
Esto, me dijo, no es un simple paquete, es lencería fina.

Tiró el envoltorio, y observó la exquisita seda y el encaje.
Ella compró esto en nuestro primer viaje a Nueva York, hace 9 años.
Nunca lo usó. Lo estaba guardando para una ocasión especial.

... Creo que esta es la ocasión.
Se acercó a la cama, y colocó la prenda junto a todo lo que llevaría a la funeraria. Su esposa acababa de morir.

Volviéndose hacia mí, dijo: "Jamás guardes nada para una ocasión especial: cada día que vives es una ocasión especial".
Todavía pienso en esas palabras... y ya han cambiado mi vida.

Ahora leo más y limpio menos. Me siento en la terraza, y admiro la vista sin fijarme en las malas hierbas del jardín. Paso más tiempo con mi familia y amigos, y menos en el trabajo. Comprendí que la vida debe ser un patrón de experiencias por disfrutar, no solamente sobrevivir. Ya no postergo nada. Uso mis copas de cristal todos los días.
Si me da la gana, uso mi abrigo nuevo para ir al supermercado. Ya no guardo mi mejor perfume para las fiestas especiales: lo uso cada vez que me provoca hacerlo. Las frases "algún día... " y "un día de estos", han desaparecido de mi vocabulario. Si vale la pena verlo, escucharlo o hacerlo, quiero verlo, escucharlo o hacerlo ahora. Dudo de lo que habría hecho la esposa de mi amigo, si hubiera sabido que no estaría aquí, para el mañana que todos tomamos tan a la ligera; creo que hubiera llamado a sus familiares cercanos y amigos. A lo mejor, hubiera hecho llamadas para disculparse y hacer las paces por posibles enojos del pasado.
Me gusta pensar que hubiera ido a comer comida china, su favorita.
Son las cosas dejadas sin hacer, las que me amargarían si supiera que mis horas están contadas. Amargado por
haber dejado de ver a buenos amigos con quienes me iba a poner en contacto "algún día".
Enojado por no haber escrito ciertas cartas que pensaba escribir "un día de estos". Abatido e irritado, por no haber dicho a mis hermanos, padres, cónyuge e hijos, con suficiente frecuencia, cuánto los amo.
Ahora dejé de retardar, detener o guardar nada que agregara risa y alegría a nuestras vidas.

¡Y cada mañana me digo a mí mismo que éste día es especial, cada hora, cada minuto... es especial!


Autor: Desconocido

martes, 30 de diciembre de 2008

Verdadero Líder


Ernest Gordon relata cómo captores japoneses obligaron a soldados escoceses a trabajar en la construcción de unas vías férreas que atravesaban la selva.
Las condiciones eran deplorables, y los guardias, brutales.
Un día faltó una pala. El oficial a cargo encolerizó y ordenó que la consiguieran, o los mataría a todos. Y empuñó su arma. Hablaba en serio. Luego de momentos de gran tensión, un hombre dió un paso al frente. El oficial dejó el arma, tomó una pala y lo golpeó hasta matarlo, frente a los demás prisioneros.
Cuando volvieron a contar las palas, descubrieron que estaban todas. Jamás había faltado: sencillamente, habían contado mal la primera vez.
El relato de lo ocurrido llegó con rapidez a todos prisioneros. Un inocente había dado su vida para que los demás se salvaran.
El incidente unió como nunca a los prisioneros. Y esa lealtad los fortaleció para sobrevivir hasta su posterior liberación.


Sin sacrificio no existe el verdadero liderazgo.


Fuente: El libro devocionario de Dios para Líderes, Editorial Unilit.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Recuerda lo Principal!

Cuenta la leyenda que una pobre mujer con un niño en brazos, pasando delante de una caverna escuchó una voz que le decía:
"Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal. Recuérdalo, después que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por tanto, aprovecha la oportunidad, pero no olvides lo principal."
La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y las joyas, puso al niño en el piso y empezó a juntar todo lo que podía en su delantal.
La voz habló nuevamente. "Te quedan sólo ocho minutos".
Agotados lo ocho minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, corrió hacia fuera de la caverna, y la puerta se cerró...
Recordó, entonces, que el niño quedó allí, y la puerta estaba cerrada para siempre.
La riqueza duró poco.... .... y la desesperación para siempre.
Lo mismo ocurre con la mayoría de nosotros.
Tenemos unos 80 años para vivir, y ¡casi siempre dejamos a un lado lo principal!
...Y lo principal, son los valores morales y espirituales, la familia, los amigos, y nuestra propia vida, en total armonía con los que nos rodean; mas la ganancia, la riqueza, los placeres materiales, nos fascinan tanto, que siempre queda a un lado...
Así, agotamos nuestro tiempo, y dejamos a un lado lo esencial.
Recordemos que la vida pasa rápido, y que la muerte llega de improviso.
Cuando la puerta se cierre, de nada valdrán las lamentaciones...

Piensa qué es lo principal en tu vida.... y....

¡NUNCA LO OLVIDES!

Autor desconocido

domingo, 28 de diciembre de 2008

Tiempo de Navidad


Hay algo mejor que celebrar el día de Navidad; y es vivir de acuerdo con lo que se celebra en Navidad.
¿Estás dispuesto a olvidar lo que has hecho por el prójimo y recordar lo que otros han hecho por tí?
¿A no pensar en la deuda que tiene el mundo contigo, y a reflexionar más bien sobre lo que debes tú a la humanidad?
¿A tener en cuenta las necesidades y preferencias de los niños?
¿A acordarte de los que están entrados en años y se sienten débiles y solos?
¿A dejar de preocuparte por el concepto que de tí puedan tener tus amigos, y plantearte en cambio si los amas con la fuerza que debes?
¿A cavar una tumba para tus malos pensamientos y plantar un jardín de sentimientos bondadosos que tenga siempre la verja abierta?
¿Estás dispuesto a hacer cuanto acabo de enumerar, aunque sólo sea por un día?
...En tal caso, celebrarás realmente la Navidad.
¿Crees que el amor es la fuerza más poderosa del mundo… …mayor que el odio y que la muerte, y que el bendito Niño que tiempo atrás nació en Belén es la encarnación y el resplandor del amor eterno?
...En tal caso, celebrarás realmente La Navidad.
Que la luz que Dios envió al mundo en la primera Navidad ilumine tu corazón.
Que esta Navidad te traiga paz.
Que la dicha de la Navidad te infunda esperanza.
Que la fraternidad que se respira en estas fechas te haga sentir amor.
Y que cuando haya pasado la temporada navideña, que todo el año conserves su espíritu y su alegría.

¡Feliz Navidad!

sábado, 27 de diciembre de 2008

Caballo en Crisis


Un campesino poseía algunos caballos, para que lo ayudaran en los trabajos de su pequeña hacienda.
Un día, su capataz trajo la noticia de que había caído
uno en un viejo pozo abandonado.
El hoyo era muy profundo, y sería extremadamente difícil sacarlo de allí.
El campesino fue al lugar del accidente, evaluó la situación, y comprobó que el animal no se había lastimado.
Pero, por la dificultad para sacarlo, creyó que no valía la pena la operación de rescate.

Tomó, entonces, la decisión: ordenó que sacrifiquen al animal, tirando tierra hasta enterrarlo, allí mismo.
Y así se hizo... Comenzaron a echar tierra, de forma de taparlo.

Pero, en tanto la tierra caía sobre el animal, éste la sacudía, y se acumulaba en el fondo, subiendo el piso.
Entendieron que el caballo no se dejaría enterrar; por el contrario, fue subiendo, hasta que, finalmente, consiguió salir!!!


...Si estás "allá abajo", sintiéndote poco valorado, y lanzan sobre tí la tierra de la incomprensión, la falta de oportunidad y de apoyo, recuerda al caballo de esta historia. Sólo sacúdete y sube sobre ella.
Cuanto más tiren, más irás subiendo, subiendo, subiendo...


viernes, 26 de diciembre de 2008

Dios te conceda suficiente...

Felicidad, para mantenerte alegre;
pruebas, para mantenerte fuerte;
tristezas, para mantenerte humano;
esperanzas, para mantenerte feliz.

Fracasos, para mantenerte humilde;

éxito, para mantenerte alerta;
amigos, para que te brinden consuelo;
riqueza, para tus necesidades.

Entusiasmo, para desear seguir adelante;

fe, que destruya tu abatimiento y
determinación, para ser cada día mucho mejor...


Autor: desconocido

jueves, 25 de diciembre de 2008

El Brillo de la Navidad

La estatuilla de un ángel que llevaba de la mano a un niño se encontraba en un estante olvidado de la trastienda de un establecimiento de compra y venta de antigüedades.
Estaba cubierta de hollín y polvo, perdida entre un montón desordenado de tarros, platos y adornos.
Un cliente que curioseaba en la tienda descubrió la figurilla y la tomó en las manos. Se le ocurrió una idea inspirada: la rescataría del olvido, la restauraría y la colocaría en un lugar destacado entre sus adornos navideños.

En el taller del sótano de su casa, pintó el ángel y el niño con esmalte blanco brillante. Seguidamente pintó de purpurina dorada las alas del ángel y el cabello del niño. Cada una de las pinceladas obró maravillas. La vieja y sucia estatuilla se transformó en una flamante y reluciente, en un objeto de singular belleza.

Mientras pintaba, pensó: «¿No es esto mismo lo que le pasa a uno en Navidad? Llega al final del año cubierto de polvo por la lucha diaria. Entonces la Natividad lo inspira a repintar su naturaleza con amor, alegría y paz».

¡El arte de repintar el ángel! Esa es la labor del hombre a lo largo de su vida: jamás quedarse tirado en el polvo y la suciedad, sino levantarse heroicamente tras cada caída.

¡Repintar el ángel! Es necesario no perder nunca los ideales, sueños y objetivos. Siempre se les puede dar lustre con una esperanza renovada.

Esta anécdota nos recuerda que la vida adquiere un brillo singular en Navidad. Empieza con la maravilla de un recién nacido que llega con un mensaje de amor y esperanza. Para los que tienen familia, continúa con la felicidad de la celebración en compañía de los seres queridos. Para todos, solos o acompañados, se completa meditando sobre lo que ha hecho Jesús por nosotros y agradeciéndole Sus bendiciones.

Si la Navidad es tan entrañable no es solo porque disfrutamos lo que ha hecho Dios por todo el mundo, sino también por nosotros en particular. Nos ha repintado con nuevas cualidades que no podríamos haber conseguido por cuenta propia. Ha puesto Su amor en nuestro interior. Nos ha dado la paz prometida por los ángeles. Nos ha perdonado todo pecado y fracaso, y ahora nos acepta como hijos. Nos deja sentir la alegría de conocerlo. La Navidad nos transforma.


Chloe West

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Espíritu Navideño...


En diciembre de 1914
, se acercaba una durísima navidad; tropas británicas y alemanas se enfrentaban a través de un angosto trecho de suelo.
Las condiciones en ambas trincheras eran espantosas, el tronar de los cañones incesante, y el ruido, ensordecedor.
Los británicos tenían órdenes de tratar esa jornada como cualquier otra, y seguir peleando. Lo poco que hicieron, fue recoger unos restos de ramas secas, como patético recordatorio de las festividades que se estarían celebrando en sus lejanos hogares. Los alemanes estaban mucho más organizados. Les habían enviado canastas con comida y árboles de navidad, para estimularlos a pelear mejor. Pero la estrategia surtió precisamente el efecto contrario. Lejos de aumentar la agresiva lealtad de los soldados, detuvo por completo las hostilidades. La realidad, es que el común de los soldados alemanes no odiaba a sus pares ingleses, y viceversa.
Que procuraran matarse, eran pura y exclusivamente órdenes de sus generales.
Los arbolitos afectaron muy hondo a los alemanes.
Las congeladas tropas británicas, sintieron alarma y desconcierto ante el repentino y extraño silencio, seguido por los acordes de un villancico.
Al asomarse, comprobaron que los alemanes estaban expuestos, y ocupaban en
pasiva actitud la tierra de nadie. Con temor, los ingleses se sumaron, y tuvo lugar una improvisada tregua. Los villancicos duraron toda la noche, los rivales cantaron juntos, y a medida que pasaron las horas, tuvo lugar un extraordinario intercambio de regalos.
Enemigos mortales se estrecharon las manos, se abrazaron, y mostraron fotografías de sus familias, y, por un momento, la idea de matar se borró de sus mentes.
A la mañana siguiente, día de la navidad, ocurrió algo aún más insólito. Poniéndose de acuerdo sobre un punto intermedio entre ambas posiciones, ingleses y alemanes protagonizaron lo que debe ser el más raro partido de fútbol en la historia de ese deporte.


Fuente: http://espanol.bruderhof.org/

martes, 23 de diciembre de 2008

¿Cómo Empiezan las Guerras?


Un niño preguntó a su papá:

-Papá, ¿cómo empiezan las guerras?

El padre, por no decir que no lo sabía, contestó:
-Bueno, pues… verás. Tomemos como ejemplo la Primera Guerra Mundial.
Todo empezó cuando Alemania invadió Bélgica.
Su esposa interrumpió :
-Dí la verdad.
Empezó porque alguien mató a un príncipe.

El padre, con aire de superioridad, gritó:
Bueno, ¿quién contesta la pregunta?
: ¿tú o yo?
La esposa quedó mirando, y con aires de reina ofendida, salió dando un portazo que hizo temblar los cristales de toda la casa.
Hubo un silencio embarazoso, después del cual, el padre reanudó el relato.

El muchacho le interrumpió, diciendo:
-No te molestes, papá; ahora ya sé cómo empiezan las guerras.


lunes, 22 de diciembre de 2008

Títulos

Durante la Guerra de la Independencia, el sargento de una pequeña Compañía daba órdenes a sus subordinados, que estaban tratando de transportar una viga muy pesada , completando algunos trabajos militares. El peso era terrible, y se oía al sargento gritando a menudo: -¡Alcen!, ¡alcen!, ahí va, otra vez ¡alcen! ¡¿que les pasa?! ¿no desayunaron hoy? ¡vamos con fuerza! ¡alcen! Un caballero sin uniforme, pasaba por allí y preguntó porqué él mismo no les ayudaba un poquito.
Atónito, y con la majestad de un emperador, dijo:

- Señor, yo soy un sargento

-¿De veras lo es usted? - replico el desconocido -, no sabía esto.
Y quitándose el sombrero, saludó diciendo:
-Perdone usted, señor sargento.
Luego desmontó, y comenzó a ayudar a los soldados en su pesada tarea, hasta que el sudor corría por su frente.
Cuando la viga fue por fin levantada, se dirigió al excelso hombre, y le dijo:

- Señor sargento, cuando vuelva a tener un trabajo como éste, y no tenga suficientes hombres, mande por su general, y vendré con gusto y ayudaré en una nueva ocasión.
El sargento quedó desconcertado por esas palabras, y entendió que el oficial que le había dado esta lección era el mismo George Washington, general en jefe del ejército americano.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Ceguera


Eramos la única familia en el restaurante con un niño.

Senté a Daniel en una silla para niño, y ví que todos estaban tranquilos, comiendo y charlando.
De pronto, Daniel dió un grito, y dijo, ¡Hola amigo!, golpeando con sus manitas.
Sus ojos estaban muy abiertos, por la admiración, y su boca mostraba la falta de dientes en su encía.
Con gran regocijo, se reía y retorcía. Miré alrededor, y ví el motivo.

Un andrajoso, con un abrigo en su hombro; sucio, grasoso y roto.
Sus pantalones, anchos y con el cierre hasta la mitad; sus dedos, asomaban a través de lo que alguna vez fueron zapatos. Su camisa, sucia, y su cabello no había sido peinado por largo tiempo; y su nariz tenía tantas venitas, que parecía un mapa.

Estábamos lejos para saberlo, pero de seguro olía mal.
Comenzó a saludar. "Hola, bebito, ¿como estás, muchachón?", dijo a Daniel.

Mi esposa y yo nos miramos: ¿Qué hacemos?
Daniel continuó riéndose, y contestó: "Hola, hola amigo."


Todos nos miraron, y luego miraron al pordiosero: estaba incomodando a nuestro hermoso hijo.

Trajeron la comida, y el hombre comenzó a hablarle a nuestro hijo como un bebé.
Nadie veía simpático lo que estaba haciendo.
Estaba algo borracho.
Sentimos vergüenza.
Comimos en silencio; salvo Daniel, que estaba muy inquieto, y mostrando todo su repertorio.


Finalmente terminamos de comer y nos dirigimos a la puerta.
Mi esposa fue a pagar la cuenta, y acordamos encontrarnos en el estacionamiento.
El viejo se encontraba pegado a la puerta de salida.


"Dios mío, ayúdame a salir de aquí sin que este loco le hable a Daniel." Dije, orando, mientras pasaba cerca del hombre.

Le dí la espalda, tratando de salir sin respirar ni un poquito del aire que él pudiera estar respirando. Mientras hacía esto, Daniel se volvió rápidamente en dirección hacia el viejo, y con sus brazos en posición de: "cárgame".
Antes de que lo impidiera, se abalanzó desde mis brazos a los del hombre. En total confianza, amor y sumisión, apoyó su cabeza sobre el hombro del pordiosero, quien cerró sus ojos; y pude ver lágrimas corriendo por sus mejillas.
Sus
maltratadas manos llenas de cicatrices, dolor y duro trabajo, acariciaban
suave, muy suavemente, la espalda de Daniel.
Nunca dos seres se habían amado tan profundamente en tan poco tiempo.
Me detuve, aterrado.

El viejo se meció con Daniel en sus brazos por un momento, luego abrió sus ojos, y miró directamente a los míos.
Dijo en voz fuerte y segura: ¡cuide a este niño!
De alguna manera, contesté: "Así lo haré"; con un inmenso nudo en mi garganta. Separó a Daniel de su pecho, lentamente, como si tuviera un dolor.


Recibí a mi niño, y el anciano dijo: "Dios le bendiga, señor; me ha dado un hermoso regalo."

No pude decir más que un entrecortado "gracias".
Ya con Daniel en mis brazos, caminé rápidamente hasta el auto.
Mi esposa se preguntaba por qué lloraba y sostenía a Daniel tan apretadamente; y por qué decía:
"Dios mío, Dios mío, perdóname."
Acababa de presenciar el amor más puro, a través de la inocencia de un niño, que no hizo juicio alguno, que sólo vió un alma; y unos padres que vieron un montón de ropa sucia.
Fuí un cristiano ciego, cargando a un niño que no lo era.


Pasen unidos una hermosa Navidad, llena del más puro amor.
Autor Desconocido.

sábado, 20 de diciembre de 2008

¿Virtud o Defecto?

Un aguatero tenía dos grandes vasijas colgando a los extremos de un palo, encima de sus hombros. Una de ellas tenía una grieta, en tanto la otra era perfecta, y llegaba completa al final del largo camino desde el arroyo hasta la casa.

La vasija rota
llegaba sólo con la mitad del contenido. Por años esto fue así. La vasija sana estaba muy orgullosa de sus logros, insuperable en aquello para lo que fue creada.
La pobre agrietada estaba avergonzada de su imperfección, y se sentía miserable pues sólo conseguía la mitad de lo que debía hacer.


Un día, habló al aguador, diciéndole:
-Estoy avergonzada, y quiero disculpar
me contigo...

-¿Por qué? -preguntó el aguador-.

-Debido a mis grietas, sólo puedes entregar la mitad de mi carga, obteniendo la mitad del valor de lo que deberías.

Con gran compasión, le respondió:
-Cuando regresemos a casa del patrón, quiero que notes las bellísimas flores a lo largo del camino.

En efecto, vió muchísimas flores hermosas, pero de todos modos se sintió apenada, porque al final sólo llegaba media carga.
El hombre inquirió: ¿observaste que las flores sólo crecen en tu lado del camino?
¡Siempre he sabido de tus grietas y quise obtener ventaja de ello! ¡siembro semillas de flores a lo largo del camino, del lado en que tú vas, y todos los días las has regado! ¡He podido recogerlas para decorar el altar de mi Madre!
Si no fueras como eres, Ella no hubiera tenido esa belleza sobre su mesa.



Si sabes cuáles son tus grietas, aprovéchalas, ¡no te avergüences de ellas!

viernes, 19 de diciembre de 2008

Elección

Un hombre paseaba por el bosque, cuando encontró un zorro herido. Se había roto las cuatro patas intentando huir de un cazador, y estaba tan malherido que ni siquiera podía moverse en busca de alimento.
Tuvo lástima y decidió acercarse. Mientras lo hacía, un gigantesco oso se asomaba entre los árboles, arrastrando los despojos del animal que acababa de devorar; pero pareció no interesarle el zorro; de hecho, le dejó caer los restos a su lado. Éste se lanzó sobre la carne que quedaba con gran ansiedad.

Al día siguiente, el oso nuevamente había dejado un comida cerca del famélico animal.

Al volver al bosque el tercer día, la escena se repetía.

El hombre reflexionó:

Si Dios se preocupa tanto por el zorro, ¿cuánto más se preocupará por mí...?
Mi fe debaría ser más fuerte, debo aprender a confiar en Dios tanto como el zorro.

Luego, se arrodilló, y, con la mirada puesta en el cielo, exclamó:

-Señor, el zorro ha demostrado lo que es tener fe. Me entrego a Tí en cuerpo y alma. Confío en que me cuides, así como el oso asiste al zorro. Y se recostó en el suelo, esperando que Dios se ocupara de él.
Pasó un día y no sucedió nada. Empezó a tener hambre.
Otro día y seguía sin ocurrir nada. Comenzó a mosquearse.
Al tercer día, sin rastros de Dios, se enfadó.


- Quieres a ese zorro más que a mí.
¿Por qué no te ocupas de mí, con lo mucho que confío en ti? ¿Por qué no me alimentas?.


Por fin, el hambre lo obligó a volver al pueblo. En una de las calles, vió a un niño hambriento.
No pudo contenerse, y manifestó su ira:


-¿Por qué no haces nada para ayudar a este pobre niño?.

- Lo hice, respondió Dios. Te he creado a tí. Pero en tu mediocridad, seguiste el ejemplo del zorro, y no el del altruista oso.


Adaptación de una fábula árabe.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Generosidad

Hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre caminaba por oscuras calles llevando una lámpara encendida.
La ciudad era tenebrosamente oscura en noches sin luna como aquella.

En determinado momento, se encuentra con un amigo, que, de pronto, lo reconoce.

¡Es Guno, el ciego del pueblo! Entonces, le dice:
- ¿Qué haces Guno, con una lámpara en la mano?
Si tú no ves...


El ciego responde:
- No llevo la lámpara para ver mi camino. Conozco las calles de memoria. Llevo luz para que otros encuentren su camino al verme...

- No solo es importante la luz que me sirve, también lo es la que uso para que otros puedan servirse de ella.

Alumbrar a otros no es tarea fácil...Muchas veces en lugar de alumbrar, oscurecemos el camino de los demás...
¿Cómo?
A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento...


¡Qué hermoso sería que todos ilumináramos los caminos de los demás!

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Progresando!


María, una bondadosa auxiliar de maestra, solamente quería amar mejor a sus estudiantes: niños con problemas emocionales.
Pudo haber sido muy tolerante, pero Danny estaba agotando su paciencia; antes había sido más fácil, cuando prefería herirse a sí mismo antes que a otros. Y aunque tenía sólo siete años, realmente
le lastimaba ser golpeada por él. Durante meses, Danny se retiró a un mundo privado, intentando golpear su cabeza contra una pared cada vez que se sentía incómodo. Pero ahora, estaba progresando, ya que en vez de abstraerse, golpeaba a María.
-¿Progresando? -exclamó María-. ¿Cómo es que este progreso va a impulsarle a dañarme? -Danny fue abusado en su infancia repetidas ocasiones -explicó el psicólogo de la escuela-. Sólo ha conocido adultos que fueron mezquinos con él, o que sencillamente hicieron caso omiso a sus necesidades básicas. Jamás tuvo en quien confiar. Nadie fue cercano a él; nadie enjugó sus lágrimas, ni le preparó alimento cuando el hambre le azotaba. Padeció castigos sin motivo.
Sí, está progresando: por primera vez en su vida, deposita suficiente confianza en un adulto, como para exteriorizar su ira, antes que autodestruirse. Usted es el adulto merecedor de su confianza.
Después de haber escuchado esa explicación, con lágrimas brotando de sus ojos,
María exclamó: -¡Ya entiendo!... Y mientras su comprensión aumentaba, su enfado desvanecía.

John Ruskin escribió: Cuando amor y experiencia operan juntos, anticipan una obra cumbre.



Fuente: Amanecer con Dios, Editorial Unilit

martes, 16 de diciembre de 2008

Bambú


En un increíble jardín, en Oriente, aprovechando el fresco de la tarde, paseaba un hombre por sus predios. De sus habitantes, el más bello y amado era un noble bambú, que era consciente de su cariño y de que aquél se complacía contemplándolo.
A pesar de todo, era siempre humilde, y de actitud amable. Con frecuencia se ponía a bailar y a balancearse alegremente, inclinándose en jubiloso abandono. Presidía la gran danza del parque, que llenaba de gozo el corazón del Amo.
Cierto día, el Amo se acercó a Bambú, observándolo detenidamente. Con curiosa expectativa, Bambú se inclinó en reverencia.

-Bambú, necesito tus servicios.
-Amo, estoy dispuesto. Dime qué deseas.
-Necesito llevarte de aquí: cortarte -dijo con voz grave-.

Horrorizado, se estremeció Bambú:

-¿Co... cortarme... a mí, a quien convertiste en el más hermoso de tu jardín? ¿Cortarme? ¡Ah, no! Sírvete de mí para tu placer, pero... ¡no me cortes!
-Mi precioso Bambú -dijo el Amo con voz aún más grave-, si no te corto, no me serás útil.

Se alcanzó a oír un susurro. Contestó:

-Si sólo puedo serte útil así, haz entonces tu voluntad. Córtame.
-Mi amado Bambú, debo también cortar tus hojas y ramas.
-Te suplico, ¡ten piedad! Tálame, y pon mi belleza entre el polvo. Pero... ¿es necesario que también me arranques las hojas y las ramas?
-Ay, Bambú; sólo si las corto, me servirás.

Bambú tembló, presa de terrible ansiedad, y asintió quedamente:

-Amo, corta ya.
-Bambú, Bambú, debo también partirte en dos y sacarte el corazón. Si no lo hago, no me serás útil.
-Ay, Amo mío, corta entonces y párteme.

Así, pues, el Amo cortó a Bambú, podó sus ramas, arrancó las hojas, lo partió en dos y le quitó el corazón. Lo alzó entonces cuidadosamente y lo llevó hacia un manantial del cual surgía a borbotones agua fresca y cristalina, en medio de sus resecas tierras. Luego, lo depositó suavemente en el suelo, apoyando un extremo en la fuente, y el otro en un canal que llevaría el precioso líquido hacia el campo, el cual se lanzó con júbilo a través del cuerpo rajado de Bambú, hacia la tierra sedienta.
Enseguida plantaron arroz. Transcurrieron unos días. Aparecieron los brotes. Llegó el tiempo de cosecha. El cuerpo de Bambú, otrora erguido en su imponente hermosura, cobró más gloria aún en su humildad y quebranto.
Antes abundaba en vida.


¡Pero al ser quebrantado se convirtió en un canal de vida en abundancia!

Anónimo

lunes, 15 de diciembre de 2008

Árbol de los Problemas

Un hombre contrató a un carpintero para reparar la vieja casa que tenía en una granja.

Un día fue a ver como iban los trabajos.
Llegó temprano, para colaborar.
Ese no parecía ser el mejor día para el carpintero. Su cortadora se había dañado, haciéndole perder dos horas. Tras repararla, un corte de energía le hizo perder otras dos horas. Tratando de recuperar tiempo, partió dos sierras; y, finalizando la jornada, el pegamento no alcanzaba para su fórmula de acabado.

Luego, al querer regresar a casa, su camión se negaba a arrancar.
El dueño de la granja ofreció llevarlo; mientras recorrían hermosos paisajes, iba en silencio, meditando. Parecía molesto por los desaires que el día le había jugado.

Treinta minutos después llegaron a casa del carpintero, quien invitó para que conociera a su familia. Cuando llegaban a la puerta, se detuvo frente a un pequeño árbol, de color verde intenso, y muy hermoso. Tocó varias ramas con sus manos, mientras admiraba sus preciosas hojas.

Al entrar en la casa, ocurrió una transformación. Su cara estaba repleta de sonrisas y alegría. Sus hijos se lanzaron sobre él, dando vueltas en la sala. Besó a su esposa y presentó al visitante. Convidó un refresco y una suculenta empanada.
Ya despidiéndose, lo acompañó hasta el auto.

Cuando pasaron nuevamente cerca del árbol, la curiosidad fue grande y el invitado preguntó acerca de lo que había visto un rato antes.

¡Ohh!, ese es mi árbol de los problemas. Sé que no puedo evitar tener dificultades en mi trabajo, percances y alteraciones en mis ánimos. Pero una cosa si es segura: no pertenecen a mi esposa ni a mis hijos. Así, sencillamente los cuelgo en el árbol cuando llego a casa. En la mañana los recojo nuevamente, pues debo solucionarlos.
Lo divertido es, que cuando salgo a recogerlos, nunca hay tantos como colgué la noche anterior.

El dueño de la granja subió a su auto, meditando sobre esta estrategia para ser más feliz y evitar contaminar el hogar con problemas laborales.
¡Valió la pena el paseo!

Llegó a su granja y seleccionó el árbol adecuado...
Desde entonces, cada vez que llega, ya imaginan lo primero que hace...

domingo, 14 de diciembre de 2008

Gansos en Navidad

Un hombre no creía en Dios; su esposa por el contrario, era fiel creyente, y para Nochebuena, se disponía a asistir a la parroquia, con sus hijos; le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.
¡Qué tontería!, dijo.
¿Por qué Dios se iba a rebajar, descendiendo a la tierra como hombre?
¡Qué ridiculez!
La esposa y los niños se marcharon y él quedó en casa.
Rato después, se desató una ventisca.
De repente, oyó un fuerte golpe en una de las ventanas.
Miró hacia afuera, pero no logró ver nada.
Cuando la nevada amainó, salió para averiguar qué había pasado, y descubrió una bandada de gansos salvajes, que aparentemente, iban hacia el sur a pasar el invierno, y habían sido sorprendidos por la tormenta; daban aletazos y volaban en círculos por el campo, buscando su rumbo.
Pensó que, posiblemente, el ruido era de alguna de esas aves chocando su ventana.
Sintió lástima y quiso ayudar. Podrían quedar en el granero, pensó. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la tormenta, así, dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par, con la esperanza de que las aves entraran.
Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear, sin entrar. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero sólo consiguió asustarlas y alejarlas más. Tomó pan, lo fue repartiendo y dejando un rastro hacia el interior. Sin embargo, no le entendieron el mensaje, y empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero, y lo que consiguió fue asustarlos más y dispersarlos en todas direcciones...
¿Es que no se dan cuenta de que es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevada? Reflexionando, entendió que las aves no seguirían a un ser humano. Si fuera uno de ellos, podría salvarlos, pensó. Seguidamente tomó un ganso doméstico y lo llevó en brazos, paseándolo entre los salvajes, luego, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y fue directamente al establo.
Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.
El campesino quedó en silencio, mientras sus palabras le resonaban en la cabeza: "¡Si fuera uno de ellos, podría salvarlos!", ¡era la respuesta a lo que había preguntado a su mujer!: ¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!
...De pronto, todo cobró sentido. Entendió precisamente lo que había hecho Dios. Somos como estos gansos: estamos ciegos, perdidos y a punto de perecer.
Dios se hizo hombre a fin de indicarnos el camino y guiarnos a la salvación.
Al cesar los vientos y la nevada, corrió al encuentro con su familia a la iglesia, donde entregó su vida a Jesús.
Así festejó la primera Navidad con Cristo en su corazón.
“... Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida, nadie va al Padre, sino por Mí”
Juan 14:6


sábado, 13 de diciembre de 2008

Lección de Vida

Un carpintero, tras muchos años de trabajo, estaba listo para retirarse.
Comentó a su patrón de sus planes para llevar una vida más placentera con su esposa y disfrutar de la familia.

Extrañaría su cheque mensual, pero necesitaba retirarse.
El Jefe lamentaba profundamente que su mejor empleado dejaba la compañía, y le pidió si podría construir una sola casa más, como favor personal. El carpintero accedió, pero se notaba que ya no estaba poniendo el corazón en su trabajo; utilizaba materiales de inferior calidad, y sus terminaciones eran deficientes. Era una lamentable manera de terminar una
carrera impecable. Cuando terminó su trabajo, y el jefe fue a inspeccionar, éste extendió al carpintero las llaves de la puerta principal:

"Esta es tu casa: es mi regalo para tí."

¡Qué desdicha!... de haber sabido que estaba construyendo su propia casa, ¡cuánto mejor la hubiera hecho!
...Ahora, pasaría el resto de su vida en una casa que construyó "no muy bien"...


Construímos nuestras vidas distraídos, reaccionando cuando debemos actuar, poniendo en ello menos que lo mejor.
En aspectos muy trascendentes, mezquinamos nuestro esfuerzo; luego
entendemos la situación que hemos creado, y nos encontramos viviendo en la casa que hemos construído.
Si hubiéramos sabido, habríamos obrado muy diferente.

Asumamos ser el carpintero.
Pensemos en nuestra casa...
Cada día, clavamos un clavo, levantamos una pared o armamos un techo.
Hagámoslo con sabiduría.
Es la única vida que construiremos.
Aún si viviéramos sólo un día más, ¡ese día debe ser vivido con gracia y dignidad!

La vida es un "Hágalo Usted Mismo".
Nuestras vidas, en este preciso instante, son resultado de actitudes y elecciones del pasado.
Mañana será el resultado de las actitudes y elecciones de HOY!


¡Edifiquemos AHORA según los planos de la vida que anhelamos!

viernes, 12 de diciembre de 2008

Capullo

Un hombre encontró un capullo y lo llevó a su casa, para poder ver salir de allí a la mariposa.
Un día vió un pequeño orificio, y
observó, por horas, al insecto, luchando por agrandarlo, para liberarse.
Vió el duro forcejeo para pasar
su cuerpo a través del ajustado hueco, hasta que llegó
un momento en que parecía haber desistido, pues, aparentemente, no progresaba.
Se había atascado.
Entonces, solidariamente, decidió ayudar,
y con una pequeña tijera, fue ampliando el agujero, hasta que por fin la mariposa pudo salir.
Sin embargo, tenía el cuerpo muy hinchado, y
alas pequeñas y dobladas.
Continuó observando, esperando que
las alas se desplegaran y crezcan, como para
soportar al cuerpo, en tanto éste se iría descongestionando.
Nada de esto ocurrió, y el animalito sólo podía arrastrarse en círculos, con su cuerpecito inflado, y sus alitas mustias... jamás llegó a volar.
En su impaciencia, este hombre no comprendió
que en la lucha requerida para salir por el diminuto agujero, la naturaleza estruja y envía fluídos del cuerpo hacia las alas, haciéndolas grandes y fuertes, permitiéndoles volar.
Al evitarle el esfuerzo, también arruinó su salud.
A veces, las luchas son todo que necesitamos.
Si Dios nos concediera progresar sin obstáculos,
nos convertiría en inválidos.
¡Qué verdad hay en esto!


¡Día a día, a través de nuestros esfuerzos y caídas, somos fortalecidos!

jueves, 11 de diciembre de 2008

Verdadera Riqueza

Dios llevó a reparar sus sandalias, y dijo:

-Están rotas e inservibles.
¿Podrías repararlas, por favor?: no tengo dinero, pero te puedo dar lo que quieras si las arreglas.

El zapatero, con mucha desconfianza, contestó:
-¿Me puedes dar tú el millón de
dólares que necesito?

Dios respondió:
-Te puedo dar 100 millones de dólares. Pero a cambio me debes

dar tus piernas...
El zapatero dijo:
-¿Y de qué me sirven 100 millones si quedo sin piernas?

-Entonces... te doy 500 millones de dólares, pero debes darme tus

brazos.
El zapatero respondió:
-¿y qué haré con 500 millones si
ni siquiera podré comer solo?

-Bien: Ten 1000 millones, y dame tus
ojos.
El zapatero sólo dijo:
-Dime; ¿qué puedo hacer con tanto dinero, si jamás
podré ver el mundo, ni a mis hijos, ni a mi esposa, para compartir con ellos?

Dios sonrió, y exclamó:
¡Hijo mío!,
¡¿cómo dices que eres pobre?!
¡ya te he
ofrecido 1600 millones de dólares y no quisiste cambiarlos por las partes sanas de tu cuerpo!

¡Eres tan rico, y aún no te has dado cuenta!


miércoles, 10 de diciembre de 2008

A un Metro del Oro

Un tío de R. V. Darby, fue presa de la fiebre del oro, y fue al Oeste a hacerse rico. Desconocía que se saca más oro de los pensamientos que de la tierra. Obtuvo su licencia y fue a trabajar con el pico y la pala. Tras varios meses de trabajo descubrió una veta.
Necesitaba maquinaria para extraer el mineral.
Con discreción, cubrió la mina, volvió a su hogar en Maryland, y habló a sus parientes y a algunos vecinos del hallazgo. Reunieron el dinero para adquirir lo necesario, y lo enviaron. Darby y su tío volvieron a trabajar en ella.
Extrajeron el primer carro de mineral y lo envia­ron a fundir. ¡Con pocos carros más saldarían to­das las deudas y empezarían a ganar dinero en grande!
Entonces ocurrió algo: ¡El filón desapare­ció!
Habían llegado al final del arco iris, y la olla de oro no estaba allí. Perforaron para volver a encontrar la veta, pero fue en vano. Finalmente, abandonaron.
Vendieron la maquinaria a un chatarrero por pocos centenares de dólares, y tomaron el tren de vuelta a casa. Tras haberle sido encargado un minucioso análisis,
un ingeniero informó que el proyecto había fracasado porque los dueños no estaban fami­liarizados con las vetas falsas. Sus cálculos indica­ban que la veta reaparecería ¡a un metro de donde los Darby habían dejado de perforar! ¡Y allí preci­samente fue encontrada!
El chatarrero extrajo millones de dólares en mi­neral, porque buscó asesoramiento antes de darse por vencido. Mucho tiempo después, Darby se resarció sobra­damente de su pérdida, cuando descubrió que el de­seo puede transmutar en oro. Al ingresar al negocio de la venta de seguros de vida, y recordando que había perdido una inmensa for­tuna por haber dejado de perforar a un metro del oro, aprovechó esa experiencia en el trabajo elegido, diciéndose a sí mismo: «Me detuve a un metro del oro, pero jamás me detendré porque me digan "no" cuando trate de vender un seguro». Se convirtió en uno de los pocos hombres que venden un millón de dólares anuales en segu­ros. Su tenacidad se debía a la lección que había aprendido en el negocio del oro.
Antes de que el éxito aparezca en la vida de cual­quier hombre, seguramente encontrará muchas frustraciones temporales, y tal vez algún fracaso.
Cuando la frustración se adueña del hombre, lo más fácil es abando­nar. Es lo que la mayoría de los hombres hace. Los más próspe­ros deben sus mayores éxitos a haber dado un paso más allá del punto en que la frustración se ha­bía apoderado de ellos. El fracaso es un embustero con un mordaz sentido de la ironía y la malicia.

¡Se deleita en hacernos tropezar cuando el éxito está casi a nuestro alcance!

Fuente: "Piense y Hágase Rico" - Napoleón Hill

martes, 9 de diciembre de 2008

Círculo de Odio


Un importante señor gritó al director de su empresa, porque estaba enojado en ese momento.
El director llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de que estaba gastando demasiado, porque había un abundante almuerzo en la mesa.
Su esposa gritó a la empleada porque rompió un plato.
La empleada dio un puntapié al perro porque la hizo tropezar.
El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la vereda, porque estaba obstaculizando su salida por la puerta.
La señora fue al hospital para ponerse la vacuna y que le curaran la herida, y gritó al médico, porque le dolió la vacuna al ser aplicada.
El joven médico llegó a su casa, y gritó a su madre, porque la comida no era de su agrado.
Su madre, tolerante y con un manantial de amor y perdón, acarició sus cabellos diciéndole: "Hijo querido, prometo que mañana haré tu comida favorita. Tú trabajas mucho, estás cansado y precisas una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas, para que puedas descansar en paz. Mañana te sentirás mejor."

Bendijo a su hijo y abandonó la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos...

En ese momento, se interrumpió el círculo del odio.

lunes, 8 de diciembre de 2008

La Bomba y la Botella


Un hombre estaba perdido en el desierto, y a punto de morir de sed, cuando vió una vieja cabaña estropeada por el tiempo. Buscó la sombra, y mirando alrededor, vió una bomba de agua, vieja y oxidada. Se arrastró hasta allí y empezó a bombear sin parar.
No ocurrió nada, y desanimado, se echó en el suelo. Notó a su lado una botella con algo escrito. La miró, la limpió, y pudo leer: "Para que la bomba funcione, primero necesitas prepararla, vaciando en ella toda el agua de esta botella, mi amigo".
PD.: "Haz el favor de volver a llenar la botella antes de irte."
El hombre la abrió, y efectivamente contenía agua. Estaba casi llena.

Pero ahora se enfrentaba a un gran dilema: Si bebía el agua podría sobrevivir, pero si echaba el agua en la vieja bomba, quizá obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, o tal vez no.
Si funcionaba, podría tener toda el agua que quisiera y podría llenar la botella para la próxima persona, pero... ¿y si no funcionaba?
¿Qué debía hacer? ¿Volcar el agua en la vieja bomba y esperar el agua fresca, o beber la de la botella y salvar su vida?
¿Debía perder todo lo que tenía, esperando que aquellas instrucciones poco confiables, escritas no se sabía cuándo, fueran ciertas?
Con temor, volcó toda el agua en la bomba, y comenzó a bombear... La bomba empezó a chirriar, pero nada ocurrió.
Al cabo de unos instantes, surgió un hilito de agua; después un pequeño chorro, y finalmente, salió con abundancia.
La vieja y oxidada bomba hizo salir mucha, pero mucha agua fresca y cristalina. El hombre llenó la botella y bebió de ella hasta saciarse. La llenó otra vez para el próximo que pasara por allí, la enroscó y agregó una pequeña nota a la etiqueta.
¡Créeme, funciona! ¡Necesitas dar toda el agua antes de poder obtenerla otra vez!

“Necesitas vaciarte de tí mismo para poder recibir todas las maravillas que Dios tiene preparadas para tí”

domingo, 7 de diciembre de 2008

El Valor de un Milagro


Tess era una niña precoz de ocho años cuando oyó a sus padres hablar entre ellos de su hermanito. Sabía que estaba muy enfermo, y que no tenían dinero.
Al mes siguiente se mudarían a un apartamento porque el ingreso no alcanzaba para pagar el médico y la casa.
Sólo una operación muy costosa podría salvar a Andrew, y nadie podía prestarles el dinero.
Oyó a su padre decir en voz baja y con tono de desesperación a su madre, que lo escuchaba con lágrimas en los ojos: «Sólo un milagro puede salvarlo».
Tess fue a su habitación y sacó un frasco, que tenía guardado en su armario. Lo vació y contó minuciosamente las monedas, hasta tres veces. Quería saber con exactitud de cuánto disponía. No podía equivocarse.
Volvió a colocar cuidadosamente las monedas en el frasco, lo cerró, y caminó seis cuadras hasta la farmacia.
Esperó a que el farmacéutico le prestara atención, pero estaba muy ocupado. Movió los pies raspando el piso para hacer ruido. Nada. Se aclaró la garganta haciendo un sonido que le pareció que reflejaba el gran disgusto que sentía. No sirvió. Por fin, tomó una moneda y dió con ella golpes en el mostrador de vidrio. ¡Resultó!
-¿Qué se te ofrece? preguntó el farmacéutico con tono de molestia —mira que estoy conversando con mi hermano, que vino de Chicago y al que no he visto en mucho tiempo— añadió sin esperar que la niña respondiera su pregunta.
-Mi hermano —respondió Tess con el mismo tono molesto— está muy, muy enfermo, y quiero comprarle un milagro.
-¿Cómo?
-Se llama Andrew y tiene algo muy malo que le está creciendo dentro de la cabeza. Dice papá que sólo un milagro lo puede salvar... ¿Cuánto cuesta un milagro?
-Estee... aquí no vendemos milagros. Lo siento. No puedo ayudarte -contestó el farmacéutico- ablandándose un poco.
-Tengo dinero para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré lo que falte. Dígame cuánto cuesta.

El hermano del farmacéutico era un hombre elegantemente vestido. Se agachó, y preguntó a la niña:

-¿Qué clase de milagro necesita tu hermano?
-No sé —respondió Tess, mientras se llenaban sus ojos de lágrimas— lo que sé es que está muy enfermo y que necesita una operación. Pero como papá no puede pagarla, la pagaré con mi dinero.
-¿Y cuánto tienes? —preguntó el señor que venía de Chicago.
-Un dólar y once centavos —respondió Tess con voz apenas audible— es todo lo que tengo, pero puedo conseguir más.
-¡Qué casualidad! —dijo sonriendo—. Un dólar y once centavos es justo lo que cuesta un milagro para un hermanito.

Seguidamente, el hombre recogió el dinero en una mano, y con la otra tomó la mano enguantada de la niña, y le pidió:

-Llévame a tu casa. Quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres. A ver si tengo la clase de milagro que necesitas.

El hombre bien vestido era el Dr. Carlton Armstrong, especialista en neurocirugía.
La operación se hizo completamente gratis. Al poco tiempo habían dado de alta a Andrew y estaba bien de salud.
Sus padres hablaban alegremente de los acontecimientos que los habían llevado hasta allí.
La madre, suspirando, comentó: «Esa operación fue un milagro. ¿Cuánto habría costado?»
Tess sonrió.
Sabía exactamente cuánto costaba un milagro: un dólar y once centavos... más la fe de una niña.


Anónimo


sábado, 6 de diciembre de 2008

Arrugas


Mi carácter impulsivo, hacía que reviente en cólera a la menor provocación.
La mayoría de las veces, después de estos incidentes, me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado.
Un día, mi consejero, que me vió dando excusas después de una explosión de ira, me entregó un papel liso.
Entonces dijo: hazlo un bollo.
Asombrado, obedecí e hice una bola con él.
Luego pidió: Ahora déjalo como estaba antes.
Por supuesto que resultó imposible.
Por más que traté, el papel quedó repleto de arrugas.
Entonces comentó: "El corazón de las personas es como un papel. La impresión dejada en ese que lastimaste, será tan difícil de borrar como esas arrugas. "

Aunque intentemos enmendar el error, ya estará "marcado".
Por impulso nos descontrolamos y arrojamos palabras llenas de odio y rencor, y luego, cuando pensamos en ello, nos arrepentimos. Pero lo que quedó grabado es indeleble.
Lo más terrible es que "arrugamos" muchos corazones.
Si sientes ganas de estallar, recuerda "El papel arrugado"


Autor desconocido

viernes, 5 de diciembre de 2008

Waldorf Astoria


Una noche de tormenta, hace muchos años,
un matrimonio mayor, entró a un pequeño hotel en Filadelfia.
Intentando resguardarse de la copiosa lluvia, se aproximaron al mostrador y preguntaron:
¿Puede darnos una habitación?.
Un hombre cálido y atento, les contestó: Hay tres convenciones simultáneas en Filadelfia... todas las habitaciones de nuestro hotel y de los otros están tomadas.
Era muy difícil que a esa hora, y con ese tiempo, consiguieran dónde pasar la noche.
El empleado les dijo:
No puedo dejarlos afuera con esta tempestad. Si soportan la incomodidad, les ofrezco mi propia habitación. Yo me arreglaré en un sillón, en la oficina.

El matrimonio lo rechazó, pero el empleado insistió, y finalmente ocuparon su habitación.

A la mañana siguiente, el hombre pidió hablar con él, y le dijo: Usted es el Gerente que yo querría en mi propio hotel.
Quizás algún día construya uno para agradecerle este favor.
El conserje tomó la frase como un cumplido y se despidieron afectuosamente.

Pasaron dos años, y el hombre mayor le recordó la anécdota, y le envió un pasaje ida y vuelta a New York con la petición expresa de que los visite.
Con cierta curiosidad, aprovechó la oportunidad de visitar la gran ciudad, y concurrió.

El hombre mayor lo llevó hasta la esquina de Quinta Avenida y calle 34, señaló un imponente edificio en piedra rojiza, y dijo:
Este es el Hotel que he construído para usted.
El conserje miró anonadado... ¿Es una broma, verdad?
Puedo asegurarle que no, contestó con una sonrisa cómplice.
Así fue como William Waldorf Astor construyó el Waldorf Astoria original, y contrató a su primer gerente: George C.

Obviamente, George C. jamás imaginó que su vida cambiaría para siempre al ayudar al viejo Waldorf Astor aquella noche.
No hay tantos "Waldorf Astor", pero un jefe satisfecho, o un cliente sorprendido, pueden ser el nuestro.

En este increíble hotel se filmó "mi pobre angelito 2"

jueves, 4 de diciembre de 2008

Manos


Durante el siglo XV, en una aldea cercana a Nüremberg, vivía una familia con 18 hijos. Para sustentar tal prole, el padre trabajaba casi 18 horas diarias en las minas, y en cualquier cosa que se presentara.


A pesar de las condiciones en que vivían, dos de los hijos de Durer tenían un sueño. Ambos querían desarrollar su talento para el arte, pero sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a la Academia.

Después de muchas conversaciones, llegaron a un acuerdo. Lanzarían una moneda. El perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios al que ganara; al concluírlos, éste pagaría al que quedara en casa, con las ventas de sus obras, o como fuera necesario.

Lanzaron la moneda un domingo al salir de la Iglesia. Albrecht ganó y fue a estudiar a Nüremberg.

Albert comenzó entonces el demoledor trabajo en las minas, donde permaneció cuatro años, sufragando los estudios de su hermano, que desde el comienzo fue el asombro de la Academia.

Los grabados,
tallados y óleos de Albrecht, llegaron a ser mucho mejores que los de varios de sus profesores, y, al momento de su graduación, ya ganaba importantes sumas con las ventas de sus obras.

Cuando el destacado artista regresó a su aldea, la familia se reunió en su honor. Al final de la velada, éste propuso un brindis por su hermano querido, que tanto se había sacrificado por el...

Sus palabras fueron: "Ahora es tu turno. Irás a Nüremberg a perseguir tus sueños, y me haré cargo de ti".
Todos los ojos se volvieron a Albert, que tenía el rostro empapado en lágrimas, y movía de lado a lado su cabeza, mientras murmuraba una y otra vez: "No... no... no...".
Por fin, se puso de pie. Miró a cada uno de sus seres queridos, y se dirigió a su hermano, diciendo suavemente: "Es tarde. Mira lo que cuatro años en las minas han hecho en mí. Cada hueso de mis manos se ha roto al menos una vez, y la artritis en la derecha ha avanzado tanto que me costó levantar la copa... ¿cómo podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino, o manejar la pluma o el pincel?
Gracias, pero... ya es tarde".


Más de 450 años han pasado desde aquel momento.
Los grabados, óleos, acuarelas, tallas y demás obras de Albrecht Durer pueden ser vistos en los museos más importantes.
Pero, al igual que la mayoría de las personas, tal vez sólo recuerdes una de sus obras... Lo que es más, seguramente hasta tienes una copia en tu oficina o en casa.

En homenaje a Albert, Albrecht Durer ilustró sus
maltratadas manos, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esta obra sencillamente "Manos", pero el mundo entero abrió el corazón y le cambió el nombre por el de "Manos que oran".

La próxima vez que la veas, préstale atención.
¡Ten siempre presente, que nadie, jamás, triunfa solo!

miércoles, 3 de diciembre de 2008

¿Suerte?


Un anciano labrador tenía un único caballo para cultivar su campo.
Un día, el caballo escapó a las montañas.
Cuando los vecinos se acercaron a condolerse, el replicó: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?
Una semana después, el caballo volvió trayendo consigo una manada.
Entonces los vecinos lo felicitaron por su buena suerte.
Este respondió: ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?.
Cuando su hijo intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todos consideraron esto una desgracia. El labrador se limitó a decir: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?.
Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes en buenas condiciones. Cuando vieron al joven con la pierna rota, lo dejaron tranquilo.
¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?

Tomado del libro “Sadhana, un camino de oración“, de Anthony de Mello (1931-1987).

martes, 2 de diciembre de 2008

Paz Perfecta

Cierta vez, un rey ofreció un premio al artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta.
Muchos lo intentaron; él observó y admiró todas las representaciones, pero sólo hubo dos que realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Era un espejo perfecto donde se reflejaban plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.
La segunda también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Hacia abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. No reflejaba en absoluto lo pacífico.
Pero cuando observó con detenimiento, vió tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En él se encontraba un nido. Allí, en medio de la tormenta, estaba sentado plácidamente un pajarito en su morada… ¡paz perfecta!

El monarca eligió ésta.

Paz no significa estar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor.
Paz es que aún en medio las tribulaciones permanezcamos calmos en nuestro corazón.
Esta es la verdadera paz.


lunes, 1 de diciembre de 2008

Amor de Padre


Un hombre muy rico, que poseía una gran estancia,

mucho ganado, varios empleados, tenía un único hijo,
a quien, lo que más gustaba, era hacer fiestas, estar con amigos y
ser adulado por ellos.
El padre siempre le advertía que estos estarían a su lado sólo
mientras él tuviese algo para ofrecerles; después, lo abandonarían.

Un día, el propio padre, ya avanzado en edad, preparó una
horca en un pequeño establo; y, junto a ella, una placa que decía:
“JAMÁS DESPRECIES
LAS PALABRAS DE TU PADRE”
Más tarde, llamó a su hijo, lo llevó hasta allí, y le dijo:

- Hijo, ya estoy viejo, y, cuando me vaya, te encargarás de todo...
Y sé cual será el futuro.


-Acabarás dejando la estancia en manos de los empleados, y gastarás hasta el último
centavo
con tus amigos...
Venderás los bienes para sustentarte, y, cuando lo hayas despilfarrrado todo,
tus amigos se apartarán.

Sólo entonces te arrepentirás amargamente por haberme desoído.
Es por esto que construí la horca.
¡Es para tí!

Quiero tu promesa de que, si ocurre lo que dije, terminarás con tu vida en ella.
El joven rió, pensó que era absurdo, y prometió que así lo haría, en la certeza de que jamás sucedería.

Pasó el tiempo , el padre murió, y su hijo se encargó de todo;
y, como
había sido previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus
amigos y... hasta la propia dignidad.

Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vió que
había sido un tonto.
Recordó las palabras de su padre y comenzó a decir:

Ah, querido padre...
Si hubiese escuchado tus consejos...
Pero ahora es
demasiado tarde.

Apesadumbrado, el joven levantó la vista y vió el establo.
Con pasos
lentos,
se
dirigió hasta allí, y entrando, vió placa y horca llenas de polvo;
entonces pensó:


Nunca seguí las palabras de mi padre, no le brindé alegrías mientras estaba vivo, pero,
al menos esta vez, haré su voluntad.
Cumpliré mi promesa.
No
queda nada más...

Subió los escalones, ajustó la cuerda a su cuello, y pensó:

Ah!, si tuviese otra oportunidad...

Entonces, se soltó desde lo alto, y, por un instante,
sintió la cuerda apretar su garganta... Era el fin.
Sin embargo, el brazo de la horca era hueco, y se quebró fácilmente,
cayendo el joven al piso.

Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, zafiros y brillantes,
muchos brillantes...

¡Estaba llena de piedras preciosas!
Entre lo que cayó había
una nota.
Estaba escrito:
“Esta es tu nueva oportunidad. ¡Haz buen uso de ella!

Con amor, tu viejo padre.”

Dios es exactamente así con nosotros, cuando erramos y nos arrepentimos,
podemos regresar a El…
¡Siempre nos da una nueva oportunidad!