martes, 21 de abril de 2009
Gigante
En la plaza central debían quitar un gran roble, que con el paso de los años se había convertido en un símbolo del lugar.
Hasta en el escudo del pueblo se dibujaba su silueta.
El roble se había enfermado de un extraño virus. Corría el riesgo de caerse, y contagiar a los árboles más cercanos.
Ya se había hecho todo por salvarlo, y la decisión de derribarlo provocaba en los vecinos gran impotencia.
No es fácil determinar la causa de un problema y no es el camino más agradable el solucionarlo.
Los leñadores llegaron con sierras automáticas y hachas.
Los vecinos se reunieron para presenciar su caída.
Esperaban oír el choque del inmenso árbol contra el suelo.
Suponían que empezarían a cortarlo por el tronco, en un lugar cercano a la tierra.
Pero los hombres colocaron escaleras, y comenzaron a podar las ramas más altas.
De arriba hacia abajo, cortaron las más pequeñas hasta las más grandes; así, cuando
terminaron con la copa, sólo quedaba el tronco, y en poco tiempo más aquel roble yacía cortado en el suelo.
Su sombra ya no existía; era como si nunca hubiera estado allí.
Los vecinos preguntaron por qué se habían tomado tanto tiempo para derribarlo.
El más experimentado explicó: cortando el árbol cerca del suelo, antes de quitar las ramas, se vuelve incontrolable, y en su caída, puede quebrar árboles cercanos o producir destrozos.
Es más seguro manejar un árbol cuando se le hace más pequeño.
El inmenso árbol de la preocupación, que tantos años ha crecido en cada uno de nosotros, puede manejarse si se lo hace más pequeño.
Para lograrlo, es aconsejable podar los pequeños obstáculos, que nos impiden disfrutar de cada día, y así, ir quitando el temor de que en el intento de librarnos, todo se derrumbe.
En ese orden, gradualmente podemos ir llegando al tronco de nuestras preocupaciones.
Para cambiar, hay que realizar una tarea a la vez, quitar las ramas de una en una, ocuparnos, y no preocuparnos.
Reconocer nuestros errores y tener el valor para enfrentarlos, establecer prioridades y objetivos, y mantener la determinación de librarnos, poco a poco, de todo
lo que nos impide trabajar, crecer, disfrutar y vivir, transformando nuestras ansiedades, miedos y preocupaciones, en coraje, esperanza y fe.
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