sábado, 28 de marzo de 2009

Mi Otra Mujer

Me recomendaron salir con otra mujer.
...Había comenzado a salir con la otra mujer, en realidad había sido idea de mi esposa.
-Tú sabes que la amas -dijo un día, tomándome por sorpresa - la vida es muy corta, dedícale tiempo.
- Pero yo te amo a ti - protesté.
- Lo sé. Pero también la amas a ella.
La otra mujer con quien mi esposa quería que yo saliera, era mi madre, viuda desde hace unos años... pero las exigencias de mi trabajo y mis hijos hacían que sólo la visitara ocasionalmente… Esa noche la llamé para invitarla a cenar y al cine.
- ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? me preguntó. Mamá es del tipo de mujer a la que una llamada tarde, o una invitación sorpresiva es indicio de malas noticias.
- Creí que sería agradable pasar rato juntos, respondí. Los dos solitos!. ¿Qué opinas?

Reflexionó un momento.
- Me gustaría muchísimo, dijo…
Ese viernes mientras iba a recogerla después del trabajo, estaba nervioso... era el nerviosismo de una cita… y ¡Por Dios, cuando llegué, ví que ella también estaba muy emocionada!…
Me esperaba en la puerta, con su viejo abrigo puesto, se había rizado el pelo y tenía el vestido con el que celebró su último aniversario de bodas, sonreía, irradiaba luz como un ángel.

- Comenté a mis amigas que iba a salir contigo y se mostraron muy emocionadas -dijo mientras subía al auto- están ansiosas por escuchar de nuestra velada…
Fuimos a un restaurante muy acogedor, mamá se aferró a mi brazo como si fuera “La Primera Dama”…
Tuve que leerle el menú. Sus ojos sólo veían grandes figuras. Ya por la mitad de las entradas, levanté la vista; mamá está sentada al otro lado de la mesa y sólo me miraba.
Una sonrisa nostálgica delineaba sus labios…
- Era yo quien te leía el menú cuando eras pequeño, ¿Recuerdas?
- Entonces relájate y permíteme devolver el favor, respondí.
Tuvimos una agradable conversación, nada extraordinario, nos pusimos al día... Hablamos tanto que nos perdimos el cine…
- Saldremos otra vez, pero sólo si me dejas invitar, dijo cuando la llevé a su casa. Asentí, la besé, la abracé.
- ¿Cómo estuvo la cita? - quiso saber mi esposa cuando llegué aquella noche.
- Muy agradable... mucho más de lo que imagine, le contesté.
Días más tarde, mamá murió de un infarto masivo... ¡todo fue tan rápido!... no pude hacer nada. Al poco tiempo recibí un sobre del restaurante donde habíamos cenado, y una nota que decía: “La cena está paga aunque, estaba casi segura que no podría estar allí, pero igual pagué para dos, para tí y tu esposa: jamás podrás entender lo que aquella noche significó para mi. ¡Te amo!.”
En ese momento comprendí la importancia de decir a tiempo “TE AMO” y de darles a nuestros seres queridos el espacio que se merecen: nada en tu vida será más importante que Dios y tu familia; dales tiempo, porque ellos no pueden esperar… Si vive tu madre, disfrútala… Si no… Recuérdala…
Recuerda siempre: Dios perdona; el tiempo nunca.

Tomado de: Reflexiones Diarias

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