-¿Me permite ver esa taza?... ¡nunca he visto nada tan fino!
En cuanto la sostuvo en sus manos, ésta comenzó a hablarle:
-No siempre he sido esta taza que estás sosteniendo.
No hace mucho tiempo, yo era sólo un montón de barro sin forma.
Mi creador me tomó en sus manos y me amoldó cariñosamente.
Llegó un momento en que le grité: "¡Por favor, déjame en paz!". Él sólo sonrió y me dijo: "Aguanta un poco más, todavía no he terminado".
Después me puso en el horno. Nunca había sentido tanto calor. Me pregunté por qué querría quemarme, así que toqué la puerta, y a través de la ventana del horno, pude leer sus labios, y me decía: "Aguanta un poco más, todavía no he terminado".
Finalmente, me puso en una repisa para que me enfriara.
Así está mucho mejor, me dije a mí misma... pero apenas comenzaba, ya me estaba cepillando y pintando.
El olor de la pintura era agobiante. Sentí que me ahogaba.
¡Por favor detente!, gritaba yo, pero Él sólo movía la cabeza en un gesto negativo y volvía a decirme: "Aguanta un poco más, todavía no he terminado".
Cuando por fin dejó de pintarme, otra vez me metió a otro horno. No era un horno como el anterior, sino que era mucho más caliente. Estaba segura que me sofocaría y me rompería en mil pedazos; ¡rogué e imploré que me sacara, grité, lloré!... Él sólo me miraba, diciendo: "Aguanta un poco más, todavía no he terminado".
Una hora después de haber salido del segundo horno, me dió un espejo, y dijo:
Ésta eres tú.
No podía creerlo... ¡Lo que veía era realmente hermoso!
Él dijo: sé que dolió el proceso, pero, de haberte dejado como estabas, sólo serías un trozo de barro seco.
Sé que te causó mucho dolor, que los gases de la pintura te molestaron muchísimo, pero si no te hubiese pintado, no tendrías color. Y si no te hubiese puesto en el segundo horno, no sobrevivirías mucho tiempo, pues tu dureza no habría sido suficiente.
Ahora eres un producto terminado... exactamente lo que tenía en mente cuando comencé a formarte.
Dios sabe qué está haciendo con cada uno de nosotros. Él es el artesano y nosotros somos el barro con que trabaja. Él nos amolda y nos da forma para que lleguemos a ser una pieza perfecta y podamos cumplir con Su voluntad” ROMANOS 8: 28 - 29
Tomado de "Reflexiones Para el Alma"
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