martes, 27 de enero de 2009

La Vaquita

El Maestro paseaba con su discípulo, cuando vió un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una visita al lugar.
Durante la caminata comentó al aprendiz sobre la importancia de conocer personas, y las oportunidades de aprendizaje que obtenemos de estas experiencias.
Llegados al lugar, vieron la pobreza encarnada; sus habitantes: una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas, sin calzado.
Entonces se aproximó al hombre, y comentó:

-En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?
La respuesta fue:
-Amigo: tenemos una vaquita que nos da algo de leche todos los días.
Una parte la vendemos o cambiamos por otros alimentos en la ciudad, y con la otra, producimos queso o cuajada, para nuestro consumo y así vamos sobreviviendo...

El sabio agradeció la información, contempló el lugar y luego se despidió. Ya en camino, volteó hacia su discípulo y le ordenó:
-Busca la vaquita, llévala al precipicio y empújala al barranco.
El joven, espantado, cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia.
Mas, como percibió el silencio del maestro, fue a cumplir la orden.
Así, empujó a la vaquita por el precipicio, y la vió morir.

Aquello quedó grabado en la memoria del jóven durante años.
Un día, el joven, agobiado por la culpa, resolvió abandonar todo aprendido, regresar a aquel lugar, y contarle todo a la familia, pedir perdón y ayudarlos.
A
sí lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar, veía todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado, con carro en el garaje de tremenda casa y algunos niños jugando en el jardín.
Se sintió triste imaginando que aquella humilde familia hubiese tenido que vender el terreno para sobrevivir, aceleró el paso y, llegando allá, fue recibido por un hombre muy agradable.
El jóven preguntó por la familia que vivía allí hacía unos cuatro años, y el señor respondió que seguían viviendo allí.
El jóven entró corriendo a la casa, y confirmó que era la misma familia que visitó años atrás con el maestro.

Elogió el lugar y preguntó al antiguo dueño de la vaquita :
-¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?

El hombre, entusiasmado, respondió:
-Teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos, así alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora.


Todos nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica para nuestra supervivencia, que convive con la rutina, y nos hace dependientes de ella, y nuestro mundo se reduce a lo que la vaquita nos brinda.
Tú sabes cuál es tu vaquita, no dudes un segundo para empujarla por el precipicio. ¡Llegó el momento de pasar a la acción y salir de la rutina cuanto antes!

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