sábado, 10 de enero de 2009

El Anillo


-Maestro, me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren?


El maestro sin mirarlo, dijo:

-Cuánto lo siento muchacho!... no puedo ayudarte: debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... y haciendo una pausa agregó:

-Si me
ayudas tú a mí, podría resolver este problema con más rapidez, y después tal vez te pueda ayudar.

-E...encantado, Maestro -titubeó el joven-, pero sintió que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.

-Bien -asintió el maestro- se quitó un anillo que llevaba del dedo pequeño, y dándoselo al muchacho, agregó:

-Toma el caballo y cabalga hasta el mercado.
Debo vender este anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible: no aceptes menos de una moneda de oro.
Ve y regresa con esa moneda lo antes posible.


El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara, y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.

En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a cuanta persona se cruzaba en el mercado, y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado tener él mismo esa moneda de oro.
Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación, y recibir su consejo y ayuda.

-Maestro- dijo- lo siento, no logré lo que me pediste.
Quizás pueda conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro- ¡debemos saber primero el verdadero valor del anillo!

Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?

Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él.
Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas.
Vuelve aquí con el anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender YA,,, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

-58 MONEDAS!!!!!!!!!!!!!!!!! Exclamó el joven.

-Sí, replicó el joyero-yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.

-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo- ¡tú eres como este anillo! una joya valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un experto.
¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.

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