martes, 20 de enero de 2009

Cuatro Estaciones

Un hombre tenía cuatro hijos. Procuraba que aprendieran a no juzgar tan rápidamente; entonces los envió a cada uno por turnos a ver un árbol a gran distancia.
El primer hijo fue en Invierno, el segundo en Primavera, el tercero en Verano y el más joven en el Otoño.
Cuando todos hubieron ido, los llamó y les pidió que describieran lo visto.

El primero mencionó que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes, y lleno de promesas.
El tercero opinó distinto; dijo que estaba repleto de flores, que tenía aroma muy dulce y se veía hermoso, era la cosa más llena de gracia que jamás había visto.
El último estuvo en desacuerdo con todos ellos; dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.
Entonces el hombre explicó a sus hijos que todos estaban en lo cierto, porque sólo habían visto una estación en la vida del árbol.
Les dijo que jamás deben de juzgar a un árbol, o a una persona, viendo
sólo una de sus temporadas; y que la esencia de lo que son, el placer, regocijo y amor que viene con la vida pueden ser medidos sólo al final, cuando todas las estaciones han concluído.

Si te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño. Nunca permitas que el dolor de alguna estación destruya la dicha de las otras. Persevera durante las dificultades y malas rachas. Mejores tiempos seguramente están llegando.


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