En un caluroso día de verano, al sur de Florida, un niño fue a nadar en la laguna detrás de su casa.
Se tiró en el agua y nadó feliz.
Su mamá, desde la casa, lo miraba por la ventana... ¡y vió con horror lo que ocurría!
Enseguida corrió hacia su hijo, gritando lo más fuerte que podía.
Al oírla, el niño se alarmó, y miró nadando hacia su mamá... Fue demasiado tarde.
Desde el muelle, la mamá tomó al niño por sus brazos, justo cuando el caimán agarraba sus piernitas.
La mujer jalaba determinada, con toda la fuerza de su corazón.
El animal era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada, y su amor no la abandonaba.
Un hombre escuchó los gritos, y se apresuró hacia el lugar con una arma, y mató al cocodrilo.
El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron mucho, aún pudo llegar a caminar.
Recuperado del trauma, un periodista preguntó al niño si le mostraba las cicatrices de sus piernas.
El niño levantó la colcha y se las mostró.
Entonces, con gran orgullo, se arremangó, y dijo:
Las que usted debe de ver son estas.
...Eran las marcas de las uñas de su mamá, que habían presionado con fuerza. Están porque mamá no me soltó...
¡y salvó mi vida!
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