martes, 10 de febrero de 2009

Sensibilidad ante los valores


El abuelo se había hecho muy viejo. Sus piernas flaqueaban; veía y oía cada vez menos, babeaba y tenía serias dificultades para tragar. "
En una ocasión –prosigue la escena de aquella novela de Tolstoi– cuando su hijo y su nuera le servían la cena, al abuelo se le cayó el plato y se hizo añicos en el suelo. La nuera comenzó a quejarse de la torpeza de su suegro, diciendo que lo rompía todo, y que a partir de aquel día le darían de comer en una palangana de plástico. El anciano suspiraba asustado, sin atreverse a decir nada.
Un rato después, vieron al hijo pequeño manipulando en el armario. Movido por la curiosidad, su padre preguntó:
¿Qué haces, hijo? El niño, sin levantar la cabeza, repuso: Estoy preparando una palangana para daros de comer a mamá y a tí cuando seáis viejos.
El hombre y su esposa se miraron, y se sintieron tan avergonzados que empezaron a llorar. Pidieron perdón al abuelo y a su hijo, y las cosas cambiaron radicalmente a partir de aquel día.
Su hijo pequeño les había dado una severa lección de sensibilidad y de buen corazón.

En todo niño puede observarse cómo, incluso junto a defectos a veces notables, se desarrolla una sensibilidad especial ante determinados valores, en muchos casos de modo aleccionador para los adultos.

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