domingo, 8 de febrero de 2009

Dos Bebés en el Pesebre


En 1994 dos americanos respondieron una invitación que les hiciera llegar el Departamento de Educación de Rusia, para enseñar Moral y Ética, basados en principios Bíblicos.
Debían enseñar en prisiones, escuelas públicas y en un gran orfanato; en éste había casi 100 niños y niñas que habían sido abandonados, y dejados en manos del Estado. Allí ocurrió esta historia relatada por los mismos visitantes:
Se acercaba la época de las fiestas, y los niños iban a escuchar por primera vez la historia de la Navidad. Les contamos de María y José llegando a Belén, de cómo no encontraban lugar en las posadas, por lo que fueron a un establo, donde finalmente Jesús nació y fue puesto en un pesebre.
Los niños y los empleados del orfanato no podían contener su asombro. Algunos estaban sentados al borde de la silla tratando de captar cada palabra. Terminado el relato, dimos a los niños pequeños trozos de cartón para que hicieran un pesebre. A cada uno se le dio un cuadradito de papel, cortado de unas servilletas amarillas: los niños cortaron y doblaron el papel cuidadosamente, colocando las tiras como paja.
Unos pequeños cuadraditos de franela cortados de un viejo camisón que una señora americana se olvidó al partir de Rusia, fueron usados para hacerle la manta al bebé. De un fieltro marrón que trajimos de los Estados Unidos cortaron la figura del bebé.
Mientras los huérfanos armaban sus pesebres, caminábamos entre ellos para ver si necesitaban ayuda.
Todo fue bien hasta que llegamos donde
estaba el pequeño Misha. Tendría unos seis años, y había terminado su trabajo. Cuando ví su pesebre quedé sorprendido al ver no un solo niño dentro de él sino dos.
Llamé rápidamente al traductor para que le preguntara por qué había dos bebés en el pesebre. Misha cruzó sus brazos y observando la escena comenzó a repetir la historia muy seriamente. Para ser el relato de un niño que había escuchado la historia de Navidad una sola vez estaba muy bien, hasta que llegó a la parte donde María pone al bebé en el pesebre.
Allí empezó a crear su propio final para la historia:
"Y cuando María dejó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Le dije que no tenía mamá ni papá, y que no tenía un lugar para estar. Entonces Jesús me dijo que yo podía estar allí con Él. Yo le dije que no podía, porque no tenía un regalo para darle, pero quería quedarme con Jesús. Entonces pensé ¿qué cosa tenía yo que pudiese darle a Él como regalo?; fue cuando se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor. Por eso le pregunté a Jesús:
- Si te doy calor, ¿ese sería un buen regalo?
Jesús me dijo:
- Si me das calor, ese sería el mejor regalo que jamás haya recibido.
Por eso me metí dentro del pesebre: Jesús me dijo que podía quedarme allí con Él para siempre".
Cuando el pequeño terminó su historia, sus ojitos brillaban llenos de lágrimas empapando sus mejillas; se tapó la cara, agachó la cabeza sobre la mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo. Había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría, ni abusaría de él. ¡Alguien que estaría con él para siempre!

No son las cosas que tienes en tu vida lo que cuenta, sino quienes tienes, lo que verdaderamente importa.


Autor: Desconocido
Fuente: Church Forum www.churchforum.org

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