lunes, 16 de febrero de 2009

Mendigo

Un mendigo, sucio, maloliente, tocaba un viejo violín.
A su lado, sobre el suelo, estaba su boina, esperando que los transeúntes se apiadaran de su condición y le dejaran algunas monedas.
El pobre intentaba tocar una melodía, pero era del todo imposible, por lo desafinado del instrumento, y por la forma displicente y aburrida en que lo ejecutaba.

Un famoso concertista, que junto a su esposa y unos amigos salía de un teatro cercano, pasó delante del mendigo musical. Todos arrugaron la cara al oír aquellos sonidos tan discordantes. Y no pudieron menos que reír de buena gana.
La esposa pidió, al concertista, que tocara algo. El hombre echó una mirada a las pocas monedas en la boina, y decidió hacerlo. Le solicitó el violín. El mendigo se lo prestó con cierto recelo. Lo primero que hizo fue afinar sus cuerdas. Entonces, con gran maestría arrancó una melodía fascinante al viejo instrumento. Sus amigos comenzaron a aplaudir, y los transeúntes comenzaron a arremolinarse ante el improvisado espectáculo. Al oir la música, la gente de la cercana calle principal acudió también, y pronto había una multitud escuchando el concierto. La boina se llenó no sólo de monedas, sino de billetes de todas las denominaciones. Mientras el maestro sacaba una melodía tras otra, con tanta alegría.
El mendigo estaba aún más feliz de ver lo que ocurría, y no cesaba de dar saltos de contento y repetir orgulloso a todos: "¡¡Es mi violín!! ¡¡Es mi violín!!". Lo cual, por supuesto, era completamente cierto.

La vida nos da a todos "un violín" en nuestros conocimientos,
habilidades y actitudes. Tenemos libertad
de tocarlo como nos plazca. Dios nos concede libre albedrío. Y esto, es tanto un maravilloso derecho, como una gran responsabilidad.
Algunos, por pereza, ni siquiera afinan ese violín. No perciben que en el mundo hay que prepararse, aprender, desarrollar habilidades y mejorar constantemente actitudes si hemos de ejecutar un buen concierto. Pretenden una boina llena de dinero, y lo que entregan es una discordante melodía que no gusta a nadie. Es la gente que cree que la humanidad tiene la obligación de retribuirle su pésima ejecución, cubriendo sus necesidades. Es la gente que piensa solamente en sus derechos, pero no siente ninguna obligación de ganárselos.
La verdad, por dura que pueda parecernos, es otra.
Tú, yo, y cualquier otra persona, tenemos que aprender tarde o temprano, que los mejores lugares son para aquellos que no solamente afinan bien ese violín, sino que aprenden también a tocarlo con maestría. Debemos de estar dispuestos a hacer bien nuestro trabajo diario, sea cual sea. Y aspirar siempre a prepararnos para ser capaces de realizar otras cosas que nos gustarían. La historia está llena de ejemplos de gente que aún con dificultades iniciales llegó a ser un concertista con ese violín que es la vida.
También, por
desgracia, registra los casos de muchos otros, que teniendo grandes oportunidades, decidieron ser mendigos musicales. Puedes hacer algo grande de tu vida, o hacer de ella una porquería. Es tu decisión personal.

Autor desconocido

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