sábado, 29 de noviembre de 2008

Si Supiera Leer...

No había en el pueblo peor oficio que el de portero del hotel.
Pero ¿qué otra cosa podría hacer aquel hombre?
Nunca había aprendido a leer ni a escribir, ni tenía otra actividad u oficio.
Un día se hizo cargo del hotel un joven con inquietudes, creativo y emprendedor, que comenzó a modernizarlo.
Tras varios cambios, citó al personal para darle nuevas instrucciones.
Al portero, le dijo:

-A partir de hoy, además de estar en la puerta,
usted registrará las personas que entren día a día, y anotará sus comentarios y recomendaciones sobre nuestro servicio...
El hombre tembló, siempre había tenido disposición al trabajo, pero...

-Me encantaría satisfacerlo, señor - balbuceó - pero... no sé leer ni escribir...

-¡Ah! ¡Cuanto lo siento!... ¡está despedido!

-Señor, por favor, trabajé aquí toda mi vida...
No lo dejo terminar:

-Comprendo, pero no puedo hacer nada por usted.
Lo indemnizaremos, para que tenga susteno hasta que encuentre trabajo.
Lo lamento.
Que tenga suerte...

Sin más, se dió vuelta y se fue.
El hombre sintió que el mundo se derrumbaba. Jamás había imaginado esa situación.
¿Qué hacer?
Recordó que cuando se rompía una silla o una mesa, con martillo y clavos lograba un arreglo provisorio.
Esta sería una ocupación transitoria hasta conseguir empleo.
El inconveniente es que sólo tenía unos clavos oxidados y unas pinzas muy viejas, así que decidió usar parte del dinero para comprar una caja de herramientas.
Como en el pueblo no había ferretería, debía viajar dos días en mula para poder realizar la compra.
A su regreso, traía una muy completa caja de herramientas.
De inmediato, su vecino llamo a la puerta:

-¿Tendrá un martillo para prestarme?

-Sí, lo acabo de comprar, y lo necesito para trabajar... como quedé sin empleo...

-Bueno, se lo devolveré mañana bien temprano.

El portero accedió y le prestó su martillo.
A la mañana siguiente, como había prometido, regresó el vecino:

-La verdad es que todavía necesito el martillo. ¿Me lo vende?

-Lo necesito para trabajar, y la ferretería está a dos días en mula...

-Hagamos un trato. Pagaré los días de ida y de vuelta, más el precio del martillo ¿Le parece?

-Acepto.
Montó su mula. De regreso, otro vecino esperaba en su casa:

-Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?

-Si, así es...

-¿Sabe?, necesito unas herramientas, y puedo pagarle sus días de viaje, más una ganancia. No dispongo de tiempo para ir...

El ex-portero abrió su caja y el vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. ...¡Mucha gente podría necesitar herramientas como las que había vendido!
Además, ahorraría mucho tiempo en viajes. La voz comenzó a correr y muchos se beneficiaban evitando el viaje.
Una vez por semana, viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.
Alquiló un carretón para almacenar las herramientas y tiempo después, un cuarto, que se convirtió en la primera ferretería del pueblo.
Todos compraban en su negocio.
Y ya no viajaba, los fabricantes le enviaban sus pedidos. Era un buen cliente. Con el tiempo, las comunidades cercanas preferían comprar en su ferretería y ganar dos días de marcha.
Un día, se le ocurrió que su amigo, el tornero, podría fabricar para el las cabezas de los martillos. ¿Y luego?, ¿por que no?... Las tenazas, las pinzas, los cinceles... Más tarde fueron los clavos y los tornillos..
Sucedió que, en diez años, aquel hombre se transformó, con honestidad y trabajo, en un millonario fabricante de herramientas.
Un día decidió donar una escuela
al pueblo.
Ahí, además de a leer y escribir,
se enseñarían las artes y oficios más prácticos de la época.
En la inauguración, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad, lo abrazó, y dijo:
Concédanos el honor de estampar su firma en la primera hoja del libro de actas.
El honor sería mío -dijo el hombre- me encantaría firmar allí, pero no se leer ni escribir.
Soy analfabeto.
¿Usted? - dijo el Alcalde, que no alcanzaba a creerlo.
¿Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir?... Estoy asombrado. ¿Qué hubiera sido si hubiera sabido leer y escribir?
Le puedo contestar, respondió con calma.
Si hubiera sabido leer y escribir... ¡seguiría siendo portero del hotel!

...Las adversidades siempre esconden bendiciones. Las crisis están repletas de oportunidades. Cambiar siempre será la opción segura.

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