domingo, 28 de junio de 2009

Visita

Miró en su buzón de correo, y sólo había una carta.
La tomó y luego la miró con más cuidado.
No había sello ni marcas del correo, solamente su nombre y dirección.
Leyó:
"Querida Ruth: Estaré en tu vecindario el sábado en la tarde y pasaré a visitarte.
Con amor, Jesús."
Sus manos temblaban cuando dejó la carta en la mesa.
- Por qué querrá vendrá a visitarme el Señor?... no tengo nada que ofrecerle…
Pensando en eso, recordó el vacío en sus estantes de cocina.
- ¡No tengo nada para ofrecerle!
Compraré algo de pan, y alguna otra cosa.
Se apresuró a salir.
Una hogaza de pan francés, media libra de pavo y un cartón de leche…
Quedó con sólo doce centavos que le deberían durar hasta el lunes.
Aún así, se sintió muy bien camino a casa, con sus humildes ingredientes bajo el brazo.
- ¿Señora, nos puede ayudar?
Estaba tan absorta pensando en la cena que no vió las dos figuras en el pasillo.
Un hombre y una mujer, vestidos con harapos.
- No tengo empleo, y mi mujer y yo hemos estado viviendo allá afuera, en la calle... está haciendo frío y nos está dando hambre... si nos puede ayudar, estaríamos muy agradecidos…
Ruth miró con mas cuidado.
Pensó que podrían obtener algún empleo si realmente quisieran…
- Quisiera ayudarlos, pero yo misma soy pobre.
Todo lo que tengo son estas rebanadas de pan, pero tengo un huésped importante para esta noche y planeaba servírselas a Él.
- Entiendo,
señora. Gracias de todos modos.
El hombre abrazó a su mujer, y se dirigieron a la salida.
A medida que los veía saliendo, Celina sintió un latido familiar en su corazón.
- ¡Espere!
La pareja se detuvo y volteó a medida que corría hacia ellos y los alcanzaba en la calle.
- Tomen esta comida... Algo se me ocurrirá para servir a mi invitado…, y extendió la mano con la bolsa de víveres.
- Gracias, señora, muchas gracias!
- Si, gracias!, dijo la mujer; y Celina pudo notar que estaba temblando de frío.
- Sabe, tengo otro abrigo en casa: quédese con éste.
Celina lo deslizó sobre los hombros de la mujer.
Y sonriendo, volteó y regresó a casa… sin su abrigo y sin nada que servir a su invitado.
- Gracias, señora, muchas gracias!
Celina estaba tiritando cuando llegó a la entrada.
No tenia nada para ofrecerle al Señor.
Buscó rápidamente la llave en la cartera. Mientras lo hacía notó que había otra carta en el buzón.

- Qué raro; el cartero viene sólo una vez al día.
Leyó:

Querida Celina:

¡Gracias por la deliciosa cena, y gracias también por el hermoso abrigo!

...Con amor: Jesús.

El aire todavía estaba frío, pero aún sin su abrigo, Celina no lo notó.

No hay comentarios: