domingo, 3 de mayo de 2009

Seguirlo...

Hace ya bastante tiempo, un hombre tuvo que elegir entre Dios o sus seres más queridos.
Una familia de creyentes en un país en que el nombre de Jesús era blasfemia para ellos.
Era predicador y su temor no estaba sobre los hombres, sino sobre Dios; es por ello que insistía en predicar sobre la salvación por medio de Jesús.
Muchas veces le pegaron y metieron en la cárcel, pero a él le fortalecía el sufrimiento por causa de Jesús de Nazaret.
Una de tantas, se reunieron los mandatarios de aquella ciudad y dijeron; veamos qué fe tiene este hombre en su Dios. Tomaron al predicador y a su familia: su hijo, su hija, y esposa y los metieron en un foso de tierra ya preparado.
Y gritaban: "muerte al predicador".
Los mandatarios le daban a elegir y le decían: o niegas a ese tal Jesús o te enterramos vivo a ti y tu familia.
Tras algunos minutos de gran silencio, la más pequeña de la familia, dijo: papá, papá ¡Dios nos esta esperando!
El pastor celebró su ultima predicación, rechazando la petición del pueblo.
Los enterraron vivos sin escuchar grito alguno. A los pocos años, cientos de las personas que gritaron "muerte al predicador", se convirtieron a ese Jesús que rechazaban con gran furia.
"Lo que el hombre sembrare, eso recogerá".
Ese hombre de Dios sembró algo más que una semilla, sembró su propia vida y la de los suyos, y recogió cientos de hermanos para toda la eternidad. Dios bendiga a hombres y mujeres como este predicador, que un día leyeron en (S. Mateo. 16.24.) Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su Cruz cada día y sígame.


No hay comentarios: